Microrrelato basado en sueño. Tres versiones

Suspendidas 

1) Delfi y yo íbamos en auto. Una ruta desértica, un día soleado. No sé por qué nos encontrábamos juntas, pero no parábamos de hablar. Recordábamos nuestros días de planificación. De nuestra organización minuciosa, dedicada y exitosa de viajes. Habíamos sido co-presidentas de un comité en nuestro colegio. Solíamos elegir el destino y planificar los aspectos más burocráticos y aburridos según el resto, de los que no suelen ocuparse dos alumnas. Pero a nosotras nos encantaba. A pesar del estrés, nos gustaba y lo hacíamos bien. Entonces a toda la clase le gustaba. Iba pensando que aunque nunca fuimos amigas siempre supe que trabajaríamos bien juntas. En la ruta aparecieron otros autos, nos iban pasando. Era el novio de Delfi y sus amigos, estaban todos. Se hizo evidente a dónde estábamos yendo. El único lugar que nos podría reunir a todos, y al que estábamos recordando. De repente estamos en las escaleras del colegio con Delfi. Listas para organizar lo que sea. Subimos y bajamos emocionadas, como si las escaleras no llevaran a ninguna parte. De pronto un cartel en la pared: existe otro comité de viajes. Solo que no es otro, es el único, y nos habían reemplazado. Desilusionadas y un poco ofendidas bajamos con el resto. A ellos les parecía obvio que se haya armado otro desde que nos egresamos. Que el tiempo en el colegio siga pasando aunque no estés.


2)  El silencio en la ruta era notable. Atravesábamos el desierto con Delfi. Solitario, parecíamos no estar avanzando. Creo que yo manejaba, pero podría haber sido cualquiera de las dos. Y podría ninguna estar manejando ese auto que no se movía. El hecho es que estábamos solas, y el silencio de dos personas que a veces se ven pero casi nunca a solas empezaba a aturdir. Rompiéndolo apareció un tema de conversación: “¿Te acordás de lo bien que organizábamos los viajes en el comité?” “Como me voy a olvidar, éramos las co-presidentas. Qué bien la pasábamos.” Y qué buen equipo hacíamos, pensé. Un movimiento brusco pasa por la ventana, interrumpe un momento quieto y lindo. ¿Qué fue eso? Autos, muchos autos llenos de mucha gente empiezan a ocupar la ruta y me molesta como si ocuparan mi propia casa. Una cara nos mira de ventana a ventana. “Es Felipe”, le digo a Delfi, “es tu novio”. Bajamos los vidrios, el viento feroz no nos deja escuchar lo que quiere decir, están los amigos de Felipe también. No se si fue ver a tanta gente que conocía a la vez, no se si fue el ruido del viento, o las conversaciones que que superponían, pero nuestro alrededor, aunque estaba soleado, parecía oscurecerse. Y desde esa oscuridad ruidosa, inexplicablemente aparecimos en las escaleras del colegio. Las dos solas otra vez. Las mismas escaleras largas y cansadoras de todas las mañanas. Las subimos y las bajamos, pero no había salida por ningún lado. Algo nos quería en este lugar ¿Será que tendremos que organizar otro viaje? No cuestionamos más nuestro deber, igual de obedientes como fuimos alguna vez, y automáticamente estábamos poniendo el plan en marcha. No nos esperábamos ver lo que vimos en la pared: otro comité. Otras personas que lo integran. No lo podíamos entender, y al parecer éramos las únicas ofendidas por este reemplazo. ¿Cómo que el tiempo sigue pasando en los lugares de los que te fuiste?


3)   Si nuestra relación se dibujara en una imagen se vería como esta ruta. Suspendida. Estancada y no porque haya tráfico. Solo que hace kilómetros que nada cambia. El paisaje es llano y repetitivo. Y nuestro auto no pareciera avanzar. No es incómodo ni molesto, el día está agradable y es placentera la brisa que entra por las ventanas. Pero me estoy preguntando cuánto va a tardar, y sobre todo me estoy preguntando a dónde estábamos yendo en primer lugar. Hace ya bastantes kilómetros que pasamos los lugares más poblados y más hablados. Fue entretenido y duró sus años. Hubo gente atrás, subiendo y bajándose en todas las combinaciones. Gente en otros autos, camiones molestos de los que quejarnos, nubes, árboles, girasoles, lluvia, viento a favor y viento en contra. Pero hace rato ya está desértica, y no hay más carteles para comentar.  Estoy pensando quizá en abandonar, y creo que estás pensando en lo mismo. El tiempo está pasando en otros lugares. Frenemos en la banquina y sigamos cada una por su lado. No va a doler nada. No hay ni que despedirnos. Está bien, fue divertido y nos reímos mucho. Perdón que me olvidé de tu cumpleaños y nos vemos pronto, quizá nos crucemos por algún carril.


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